Auto complacencia, nula autocrítica y rol de víctima ha mostrado la señora Bachelet este último año. Lo cual violenta a millones de chilenos. No solo por el desastroso gobierno, sino además porque debemos soportar insultos intelectuales de la vocera de La Moneda, que pide valorar lo hecho el 2016 y la obra de los actuales ocupantes. Estos no se hacen cargo alguno de la pésima posición en que están dejando al país. Y no asumen su responsabilidad política.
Fue ella quien nombró a todos sus ministros y al delegar, inicialmente, en Hacienda a Alberto Arenas y sus políticas de sesgo comunista dinamitó la economía. Este sujeto, renegando de aquellas materias que supuestamente estudió, olvidó de las restricciones presupuestarias, de los incentivos, de la econometría, de la inversión y ahorro. Y yo diría de hasta la ley de gravedad, trayendo consigo la mayor caída en la inversión en 30 años.
Es casi un axioma económico, sin inversión no hay crecimiento.
Premeditadamente y para fines políticos corruptos, se aumentó el gasto público de manera desmedida y derivó a su efecto lógico : déficit fiscal. En términos de hacienda y finanzas públicas, no mejoró en nada la situación del país.
Con la educación por el suelo, se ha seguido hablando del financiamiento de la gratuidad y con los paros, tomas y fiebre de violencia de los movimientos estudiantiles gobernados por sectores comunistas y anarcos diversos, cada día estudian menos. En la educación no existe magia para mejorar la calidad, que no sea dedicación y disciplina para fomentar la creatividad y el conocimiento.
Las viviendas sociales son un desastre y la salud pública es un insulto.
Los empleados públicos se revelaron ante un acéfalo gobierno y, peor aún, pasaron a ser un actor social y político dedicado a extorsionar al Estado, adoptando la condición de un estamento privilegiado en la sociedad chilena, pero corrupto o donde la corrupción puede sacar patente de corso, llenando al servicio público de derechos, pero de mínimas responsabilidades. Bastaría recordar que obtener carnet de identidad o un pasaporte durante 2016 ha sido en algunos períodos casi un lujo. Por supuesto, la idea tan manoseada de igualitarismo se fue al suelo. En Chile el accionar del gobierno y su administración -si es que así podemos llamarla- es hoy fuente y causa de una lucha de clases promovida de modo sibilino por la propia presidente y muchos de sus asesores que incentivan a diario, con sus conductas, omisiones e incompetencia la indignación, el odio social y el resentimiento.
Para completar este desastroso cuadro social y económico, que ha trascendido a los medios abiertos y especializados internacionales, muchos grandes empresarios ahora son más ricos que antes de Bachelet, pero no como resultado o mérito del esfuerzo y trabajo de nuevos emprendimientos o por la eficiencia de la gestión empresarial, la mejora en la productividad o la competencia, ni la competitividad de sus negocios; sino principalmente sustentado en una de las acciones más abusivas y criminales, vistas desde el consumidor, la COLUSIÓN.
Sin embargo, aunque el país está en mal pie y una peor situación que hace 3 años, no está en recesión. Y siendo algo que debiera permitirnos mirar con optimismo lo que viene, y no ver sólo la catástrofe, sí podría serlo un eventual triunfo de cualquier fórmula Nueva Mayoría, o alianza del socialismo ideológico en la presidencial 2017. Chile ya ha pasado por momentos complejos y en esta elección se juega el futuro del país.
El peligro es que no faltarán trasnochados y resentidos inspirados en Marx o el comunismo, que sueñan aún con los infantilismo transformadores del siglo XX y su mochila de utopías esquizofrénicas, y que terminásemos en la catástrofe de Cuba o Venezuela.
Otros -que espero seamos millones- sólo queremos más oportunidades, más libertades y más equilibrios para un país más próspero. La dura realidad es que la igualdad de oportunidades es, generalmente, una utopía y la justicia social es sólo alcanzable, si se convocan voluntades para buscar y vivir en paz social.
La única igualdad posible y deseable es la igualdad ante la ley. Si queremos lograr mayor bienestar debemos trabajar más o hacerlo con más productividad, donde con certeza necesitaremos efectivas políticas pro crecimiento y flexibilizacion del mercado laboral.
Edo Berríos Cerda
ingeniero